miércoles, 19 de agosto de 2009

Santa Filomena Hija de luz parte1


Santa Filomena Hija de luz
Escrito por una religiosa de María Reina Inmaculada
En la revista Salve Regina


De todos los santos y santas que Dios ha levantado para los tiempos modernos, una posee especial atractivo tanto para jóvenes como adultos. Por muchos siglos, Dios mantuvo escondida la historia de esta santa como un tesoro precioso, pues sus reliquias yacían en lo profundo de las catacumbas romanas, su nombre estaba perdido en la oscuridad y era desconocida para la humanidad. Fue sólo en años recientes que Dios, en su omnisapiente Providencia, se dignó levantar el velo que cubría la resplandeciente belleza de su virtuosa alma; y la luz irradiada desde allí ha atravesado la espesa niebla de este mundo cargado de pecados. Su nombre es Filomena, la «hija de luz».

El 24 de mayo de 1802, la fiesta de María Auxilio de los cristianos, unos excavadores encontraron una pequeña cavidad desconocida en las catacumbas de santa Priscila. Fue un descubrimiento extraordinario, pues todas las reliquias en ese cementerio ya habían sido sacadas en el siglo decimosexto. Todo indicaba que la tumba se hallaba exactamente igual a cuando depositaron allí sus sagrados restos, hace siglos. La cripta estaba sellada con tres losas de terracota que llevaban la inscripción: Lumena — Pax Te — Cum Fi. Muy posiblemente, las losas fueron mal colocadas en la prisa por enterrarla, ya que, cuando se reacomodan, se lee en latín: Pax Tecum Filumena (la paz sea contigo Filumena). En las losas también estaban pintados con rojo vivo un ancla, dos flechas, una lanza, una palma y una liliácea, con lo cual parecía indicarse la tumba de una virgen mártir. Se puso fin a la excavación y se fijó la exhibición del sarcófago para el día siguiente.

Al abrir la tumba, se encontró el esqueleto de una jovencita de 12 ó 13 años, y cerca de su cabeza se hallaba un jarrón medio quebrado que contenía lo que luego resultó ser su sangre ya seca. Mientras los expertos transferían cuidadosamente esto último a una urna de cristal claro, quedaron sobresaltados por la aparición de hermosas gemas brillantes. El cardenal Ruffo Scilla, quien renovó los sellos del nuevo relicario tras la colocación de la sangre en una urna, declaró en la autentificación: «Y hemos visto su sangre transformarse en varias piedras preciosas y brillantes de varios colores...». Los innumerables prodigios operados por esta preciosa reliquia están, sin duda, entre las más grandes maravillas del mundo cristiano.

Los huesos, las cenizas y la sangre fueron exhumados y colocados con mucho cuidado en una caja de madera; luego de ser abierta, los expertos examinaron minuciosamente de nuevo los contenidos. Después se redactó una declaración jurada y fue firmada por doctores, teólogos, expertos en biología y física, así como jueces civiles y eclesiásticos. Las reliquias se transfirieron a una caja de ébano forrada de seda, la cual fue sellada en tres lados, y bajo la guardia de honor fue transportada solemnemente a la custodia del Vicario cardenal para esperar las órdenes del Papa para su depósito en una iglesia. A pesar de la naturaleza extraordinaria del milagro de la sangre, no hubo acción precipitada por parte de la Iglesia. Procediendo con su característica y sabia lentitud, inició una investigación jurídica.

Un día en 1805, un joven sacerdote, D. Francesco di Silva, entró al lugar sagrado donde descansaban los restos de trece mártires. Habiendo acompañado al obispo de Potenza en una visita a Roma, quiso ardientemente procurarse una reliquia para su parroquia durante su estancia. Al acercarse al lugar donde yacían los preciosos restos de la virgen-mártir, fue embargado de pronto por la emoción. La pequeña Filomena había reclamado su corazón, y, desde ese entonces, no le dio descanso al sacerdote hasta que sus reliquias estuvieran en su posesión. A pesar de los obstáculos aparentemente insuperables, poco después le dieron las reliquias al obispo de Potenza, quien a su vez las otorgó al joven sacerdote.
La traslación de las reliquias a la parroquia de D. Francesco en Mugnano, sucedió el 10 de agosto de 1805, y le acompañaron muchos milagros. El pueblito, donde la gente pronto se enamoró de Filomena, iba a sufrir un gran cambio. Su maravillosos poderes se manifestaron con milagros de todos tipos; se concedieron bendiciones en gran abundancia; la fe del pueblo se intensificó, y el santuario pronto se hizo famoso en todas partes por los maravillosos favores que ahí se concedían. El prodigio más importante fue el gran milagro de Mugnano: la curación de Pauline Marie Jaricot.

Hija de acaudalados padres franceses, Pauline Jaricot estaba dotada de belleza, inteligencia y una personalidad encantadora. A pesar de la fuerte atracción del mundo, el corazón de Pauline se inclinaba por las cosas del espíritu. Sin embargo, sólo después de una larga y dura batalla fue que la gracia alcanzó su triunfo final en su alma. La victoria resultó ser de gran valor para Dios, pues esta frágil jovencita vivió para convertirse en la fundadora de tres grandes organizaciones, cuyos frutos no tienen medida en esta vida: la Asociación del Rosario Viviente, la Sociedad para la Propagación de la Fe y la Asociación de la Santa Niñez.

En marzo de 1835, una dolencia, que hacía tiempo que Pauline sufría, se agravó mucho y debían tomarse medidas drásticas. La muerte no estaba lejos, y ahora su última ambición era visitar al Santo Padre para obtener la bendición por su obra. Si no fuera por la intercesión de Filomena, con quien llegó a familiarizarse tiempo atrás, Pauline no hubiera sobrevivido el largo viaje por carruaje. La muerte parecía perseguir los pasos de los cansados viajeros, pero Dios tenía planes para su sierva devota.

Pauline llegó a Roma en un estado de absoluto agotamiento. Fue la primera vez que admitió que ya no podía continuar, y dispuso que le cancelaran su audiencia con el Papa. Al escuchar esto, el mismo Gregorio XVI fue a visitar a esta jovencita que había hecho tanto por la Iglesia. Le agradeció reiteradamente por su trabajo y le pidió que rogara por él en el cielo. Luego Pauline preguntó: «Si regreso bien de mi visita a Mugnano y me voy a pie hasta el Vaticano, ¿se dignará Su Santidad en proceder sin demoras con la investigación en cuanto la causa de Filomena?». «Sí, sí, hija mía, pues eso en verdad sería un milagro de primera clase». Estaba convencido de que ya nunca la volvería a ver, pues todo indicaba que Pauline estaba muriendo

No hay comentarios:

Publicar un comentario